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martes, 7 de diciembre de 2010

Comentario Bíblico y Pautas para la Homilía: Inmaculada Concepción de Santa María Virgen


"Alégrate, María. Has hallado gracia ante Dios".
Publicado por Dominicos.org

La fiesta litúrgica de la ‘Inmaculada Concepción’ se celebra en la Iglesia desde el siglo XV, año 1476. Pero su ‘solemnidad’ adquirió proporciones extraordinarias en el siglo XIX, a partir de 1854, con motivo de la definición dogmática del privilegio de María en estos términos:

‘La Santísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios todopoderoso, en virtud de los méritos de Jesucristo, salvador del género humano, fue preservada inmune de toda mancha de pecado original’.

Mediante esas palabras definitorias se expresan dos verdades contenidas en el caudal religioso de nuestra profesión de fe:

La acción redentora de Cristo se aplicó a todos los hombres, incluida María.
María, la más grande de los redimidos, no fue mancillada con contagio alguno de pecado heredado de los primeros padres, pues el Padre la colmó de gracia, la embelleció desde el primer momento, y la eligió para que fuera Madre en la tierra de su Hijo Encarnado.
La liturgia de esta Solemnidad nos hace vivir ese misterio de amor y redención.

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COMENTARIO BÍBLICO

El Señor hizo en mí maravillas ¡Gloria al Señor!

La festividad de la Inmaculada, en medio del Adviento, desata, religiosamente hablando, todos los resortes más sensibles y utópicos de lo que ha perdido la humanidad. Si analizamos todo ello psicológicamente, habría que recurrir a muchos elementos culturales, ancestrales, pero muy reales, del pecado y de la gracia. El contraste entre la mujer del Génesis que se carga de culpabilidad y la mujer que aparece en la Anunciación, resuelve, desde el proyecto del Dios del amor, lo que las culturas antifeministas o feministas no pueden resolver con discusiones estériles.



Iª Lectura: Génesis (3,9-15.20): El egoísmo del pecado

I.1. La primera lectura de Génesis 3,9-15.20 es la exposición catequética y teológica de un autor llamado "yahvista" (la tesis más extendida), que se limita a poner por escrito toda la tradición religiosa de siglos, en ambientes culturales diversos, sobre la culpabilidad de la humanidad: Adán-Eva. Lo prohibido o lo vedado nos abruma, nos envuelve, nos fascina, nos empapa en libertad desmesurada, hasta que vemos que estamos con las manos vacías. Entonces empiezan las culpabilidades: la mujer, el ser débil frente al fuerte, como ha sucedido en casi todas las culturas, carga con más culpa por parte del varón, pero no por parte de Dios. Y por medio aparece el mito de la serpiente, como símbolo de una inteligencia superior a nosotros mismos, que no es divina, pero lo parece.

I.2. Es muy razonable que debamos desmitologizar muchas cosas del relato, pero eso no quiere decir que esté falto de sentido. Es verdad que hoy no podemos concebir que el "pecado original" consista en comer o no comer de un árbol prohibido. Pero el relato deja ciertas pistas que son elocuentes: el ser humano, instigado por la serpiente, quiere absolutizar su vida, quiere absolutizarse a sí mismo y apoderarse de lo creado como un ser divino, prescindiendo del Dios creador. A la vez, la "experiencia de alteridad" se muestra en que el otro es peor que yo; esto sí que explica muchos males en la historia de la humanidad. Así comienza un camino de despropósitos, sencillamente porque el ser humano, con su chispa divina en el corazón y en el alma, no es nada sin Dios. ¿Quién podrá devolver a la humanidad todo su sentido? Dios mismo, pero cuando la humanidad se abra profundamente a su creador.

I. 3. El mal siempre ha sido descrito míticamente. Pero en realidad el mal lo hacemos nosotros y lo proyectamos al que está frente de nosotros, especialmente si es más débil, según la una visión cultural equivocada. ¿Quién podrá liberarnos de ello? Siempre se ha visto en este texto una promesa de Dios; una promesa para que podamos percibir que el mal lo podemos vencer, sin proyectarlo sobre el otro, si sabemos amar y valorar a quien está a nuestro lado; en este caso el hombre a la mujer y la mujer al hombre.



IIª Lectura: Efesios (1,3-6.11-12): Dios nos ha destinado a ser hijos

II.1. La segunda lectura se toma del himno de Efesios. Los himnos del NT se cantaban como confesiones de fe, en alabanza al Dios salvador, que por Jesucristo se ha revelado a los hombres. Esta carta que se atribuye a Pablo, o a uno de sus discípulos mejor, ha recogido este himno en el que se nos presenta a Cristo ya desde los orígenes, antes incluso de la creación el mundo y con Cristo se tiene presente a toda la humanidad. Se alaba a Dios porque, en Cristo, nos ha elegido para ser santos y sin tacha (diríamos sin pecado) en el amor. Como santos nos parecemos a Dios, y por eso estamos llamados a vivir sin la culpabilidad y el miedo del pecado. Esto lo logra Dios en nosotros por el amor. Porque Dios nos ha destinado a ser sus hijos, no sus rivales.

II.2. Por lo mismo, esa historia de culpabilidades entre los fuertes y los débiles, entre hombre y mujer, es atentar contra la dignidad de la misma creación. Cristo, pues, viene para romper definitivamente esa historia humana de negatividad, y nos descubre, por encima de cualquier otra cosa, que todos somos hijos suyos; que los hijos de Dios, hombre o mujer, esclavos o libres, estamos llamados a la gracia y al amor. Esta es nuestra herencia.



Evangelio: Lucas (1,26-38): La respuesta a la gracia, cura el pecado

III.1. El evangelio de la "Anunciación" es, sin duda, el reverso de la página del Génesis. Así lo han entendido muchos estudiosos de este relato maravilloso lleno de feminismo y cargado de símbolos. Aunque aparentemente no se usen los mismos términos, todo funciona en él para reivindicar la grandeza de lo débil, de la mujer. Para mostrar que Dios, que había creado al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, tiene que decir una palabra definitiva sobre ello. Es verdad que hay páginas en el mundo de la Biblia que están redactadas desde una cultura de superioridad del hombre sobre la mujer. Pero hay otras, como este evangelio, que dejan las cosas en su sitio. Cuando Dios quiere actuar de una forma nueva, extraordinaria e inaudita para arreglar este mundo que han manchado los poderosos, entonces es la mujer la que se abre a Dios y a la gracia.

III.2. Se han hecho y se pueden hacer muchas lecturas de este relato asombroso. Puede ser considerado como la narración de la vocación a la que Dios llama a María, una muchacha de Nazaret. Todo en esta aldea es desconocido, el nombre, la existencia, e incluso el personaje de María. Es claro que, desde ahora, Nazaret es punto clave de la historia de la salvación de Dios. Es el comienzo, es verdad, no es final. Pero los comienzos son significativos. En el Génesis, los comienzos de la "historia" de la humanidad se manchan de orgullo y de miedo, de acusaciones y de despropósitos. Aquí, en los comienzos del misterio de la "encarnación", lo maternal es la respuesta a la gracia y abre el camino a la humanización de Dios. María presta su seno materno a Dios para engendrar una nueva humanidad desde la gracia y el amor. ¿Cómo? Entregando su ser humano a la voluntad de Dios. Querer decir más sería entrar en una elucubración de conceptos y afirmaciones "dogmáticas" que nos alejarían del sentido de nuestro relato.

III.3. El relato tiene todo lo mítico que se necesita para hablar de verdades profundas de fe (si aparece un ángel es por algo); no debemos ser demasiado "piadosillos" en su interpretación. En realidad todo acontece de parte de Dios, pero no en un escenario religioso. Por eso es más asombrosa esta narración que, sin duda, tiene de histórico lo que le sucede a María en su vida. Ella es una criatura marginal que ha sido elegida por Dios, y esto es tan real como histórico. Su hijo será también un judío marginal. Es un relato que no está compuesto a base de citas bíblicas, pero sí de títulos cristológicos: grande, Hijo del Altísimo, recibirá el trono de David su padre. Todo eso es demasiado para una muchacha de Nazaret. Y todo ocurre de distinta manera a como ella lo había pensado; ya estaba prometida a un hombre. Ella pensaba tener un hijo, ¡claro!, pero que fuera grande, Hijo del Altísimo y rey (Mesías en este caso), iba más allá de sus expectativas. Pero sucede que cuando Dios interviene, por medio del Espíritu, lo normal puede ser extraordinario, lo marginal se hace necesario. Esa es la diferencia entre fiarse de Dios como hace esta joven de Nazaret o fiarse de "una serpiente" como hizo la mítica Eva.

III.4. María de Nazaret, pues, la "llena de gracia", está frente al misterio de Dios, cubierta por su Espíritu, para que su maternidad sea valorada como lo más hermoso del mundo. Sin que tengamos que exagerar, es la mujer quien más siente la presencia religiosa desde ese misterio maternal. Y es María de Nazaret, de nuestra carne y de nuestra raza, quien nos es presentada como la mujer que se abre de verdad al misterio del Dios salvador. Ni los sacerdotes, ni los escribas de Jerusalén, podían entenderlo. La "llena de gracia" ( kejaritôménê ), con su respuesta de fe, es la experiencia primigenia de la liberación del pecado y de toda culpa. Dios se ha hecho presente, se ha revelado, a diferencia del Sinaí, en la entraña misma de una muchacha de carne y hueso. No fue violada, ni maltratada, ni forzada... como otras como ella lo eran por los poderosos soldados de imperio romano que controlaban Galilea. Fue el amor divino el que la cautivo para la humanidad. Por eso, en un himno de San Efrén (s. IV) se la compara con el monte Sinaí, pero el fuego devorador de allí y la llama que los serafines no pueden mirar, no la han quemado. Esta "teofanía" divina es otra cosa, es una manifestación de la gracia materna de Dios.

Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura


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PAUTAS PARA LA HOMILÍA

Teología de liberación y de gracia

La solemnidad litúrgica invita a contemplar teológica y místicamente el misterio de María Inmaculada en doble perspectiva, siguiendo pautas de ‘liberación’ y de ‘amor gratuito’.

- Pauta de ‘liberación’ es la que subyace en la tradición religiosa según la cual el hombre, criatura de Dios, desde su infancia en la cuna del paraíso, fue infiel a su Señor, se alejó del hogar paterno como hijo pródigo, anduvo malherido por caminos inhóspitos repartiendo a todos los humanos una herencia de pecado, y necesitó de un Redentor que lo devolviera a su casa, recobrando la amistad perdida.

En esa tradición bíblica, y en la historia de salvación, María es una excepción en la forma de ser redimida, liberada del pecado de Adán, pues Dios, Padre amoroso, borró de su piel la huella y fealdad del pecado, por secreto designio de estar predestinada a ser Madre de su Hijo Encarnado.

- Pauta de ‘amor gratuito’ es la que eleva el alma y corazón del creyente al encuentro místico con un Dios Amor que, como fuente de vida, se derrama sobre las criaturas colmándolas de gracia y hermosura y dotando a cada una con dones o poderes suficientes para que cumpla su peculiar designio en el juego y fiesta de la creación que nunca acaba.
En esta perspectiva, María, la llamada Nueva Eva, es la privilegiada entre los elegidos, pues el Padre, según la tradición religiosa cristiana, derramó sobre ella gracia sin límite, a la medida de quien iba a ser Madre de su Hijo Encarnado.

Pienso que en la cultura, psicología y actitud religiosa predominante en el siglo XXI, la actitud contemplativa de ‘gracia’ es preferida a la de ‘liberación’ del pecado. Es más positiva; induce a sumergirnos todos, María y nosotros, en el abismo del Gran Amor de donde todo brota y en el que todo alcanza su sentido; y, como reflejo de su contemplación, siembra pequeño amor entre las criaturas y enseña a sentir dolor cuando este falta o se corrompe.

María Inmaculada, en ese campo de Amor y amor, aparece en la historia de salvación en calidad de HIJA AMADA antes de ser vista como ‘mujer liberada’ , aunque la liberación se dé ‘en virtud de los méritos de Jesucristo’.

Entiéndase, pues, que el Amor descendido hasta la Inmaculada, amor de plenitud absolutamente excepcional, no hace tan feliz a la mujer, María, por que se ve ‘despojada de adherencias de pecado’ como por estremecerse al recibir en su morada al Dios uno en trinidad de Personas.

Teología del amor puesto a prueba

Amor que se da, con amor se paga. El amor, todo amor verdadero, también el que se viste a lo divino, tiene que aquilatarse al fuego. De oro puro fue y es el amor de Dios y de Cristo, y, a su nivel, el de María.
No se trata, claro está, en este momento, ni de quilates de oro fundido con modestia artesanal en fraguas de Nazaret, ni tampoco del oro del martirio en el Circo Romano. El crisol aquí es ejercicio de amor: amor de hija, amor de esposa, amor de madre, amor de amigo, amor de donante, amor que tanto más crece cuanto más se derrama y tanto más se derrama cuanto más crece, como el amor de Jesús y de María.

Pensemos cuán hermoso es el juego de amor humano cuando se aproxima al modo divino, es decir, cuando nace de una mente y corazón que sólo quieren saber de amor o amores que a uno mismo ‘salvan y nutren’ si ‘nutren y salvan a los demás’.

Este tipo de amor es el único que iguala a todos. Hace del ‘genio creador’, colmado de dotes naturales en la investigación, un admirador del misterio de la existencia, un amigo del que va solitario por el camino, una lágrima de compasión con el que llora o una sonrisa con el que ríe; el que hace ‘héroe humano’ no tanto el político o al atleta que domina al adversario cuanto al sujeto que se doma a sí mismo, sirviendo a los demás; el ‘santo’ que anda por la calle de lunes a viernes, cumpliendo su jornada en invierno o verano, con identidad de hijo y hermano porque tiene conciencia de que Dios siempre está a su lado.

Teología de disponibilidad: ‘Heme aquí’.

Si eres mujer quien lees esta líneas y buscas una pauta de vida en tu pequeña historia, como María, la Inmaculada, repara en la familia, en la política, en la economía, en el arte, en la religiosidad. Descubrirás que todos los espacios se están quedando vacíos de Amor y de amor. Priman los intereses, no la ‘salvación del otro’ al que amo.

Hoy, es verdad, la mujer está tomando posesión de su papel en la historia, como la tomó María Inmaculada, quizá sin conciencia clara de ello, pero con robustez de fe, en Israel de Dios. Es muy importante que, si la sociedad la está llamando para cultivar mejor el amor a los otros en la vida pública, no imite a Eva sino a María en su íntimo misterio y abierta ofrenda . Nuestras sociedades son femeninas de nombre, pero no de corazón, justicia, ternura, solicitud por los más débiles. No son ‘salvadoras’. Es de esperar que los muchos dones de naturaleza y gracia que recibe la mujer no se desperdicien y malgasten. Esa puede ser una oración en la solemnidad de María Inmaculada.

Fray Cándido Ániz Iriarte
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)

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