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sábado, 28 de febrero de 2009

I Domingo de Cuaresma - Ciclo B: TAMPOCO A EL LE RESULTO FACIL


Publicado por Fundación Epsilón

No es raro escuchar cuando se habla de Jesús, de su entrega y de su fidelidad a la misión que cl Padre le encomendó que «es que él era el Hijo de Dios». Es comprensible que busquemos alguna justificación al experimentar nuestras limitaciones. Pero lo cierto es que Jesús no jugó con ventaja: tampoco a él le resultó fácil

EL COMPROMISO DEL BAUTISMO

En el comentario correspondiente a la fiesta del Bautismo del Señor (núm. 26), que se celebra unas cuantas semanas antes de este primer domingo de Cuaresma, decimos que, al recibir el bautismo, Jesús se comprometió a dar su vida por la felicidad de los hombres. Ese comentario termina con esta pregunta: «Recibir el bautismo cristiano es asumir el compromiso de seguir los pasos de Jesús. ¿Se parece mucho nuestro compromiso bautismal, nuestro compromiso cristiano, al compromiso de Jesús?» Quizá alguno se sienta inclinado a responder como decíamos anteriormente: «Pero es que Jesús era el Hijo de Dios.»

Marcos, el evangelista, parece que tiene en su mente esta objeción y nos la responde antes de empezar a contarnos de qué modo Jesús llevó a cabo su misión con toda fidelidad:

Jesús venció las mismas dificultades que debe superar cual quiera de sus seguidores. Es cierto que, para ello, contó con la fuerza del Espíritu de Dios y gozó de la ayuda de los ángeles; pero esto no es un privilegio, pues, como se verá a lo largo de todo el evangelio, todos los que se decidan a vivir como él vivió y asuman el compromiso de gastar la vida por la felicidad de los hombres podrán contar con tal fuerza y con la misma ayuda.


LAS TENTACIONES

Marcos no nos cuenta una por una las tentaciones que sufre Jesús, como hacen Mateo y Lucas, indicándonos así que no se trata de hechos aislados que sucedieron una vez y que no se volvieron a repetir más. Este relato, colocado al comien­zo del evangelio, nos presenta el marco general en el que se habría de desarrollar toda la actividad pública de Jesús, las circunstancias que van a acompañar permanentemente la rea­lización su misión mesiánica: «Estuvo en el desierto cuarenta días, tentado por Satanás...»

Su actividad será un proceso de liberación (cuarenta días en el desierto, como los cuarenta años del pueblo de Israel) que llevará a un nuevo modo de vivir' en libertad (a una nueva tierra prometida). Pero durante ese tiempo tendrá que luchar contra la tentación de/poder simbolizado en Satanás. La ten­tación no se le presentará en forma de duda personal, como atracción que pudiera ejercer el poder en el mismo Jesús; serán otras personas las que intentarán desviarlo de la práctica del servicio y de la entrega de la propia vida y lo invitarán a elegir el camino del triunfo y de la conquista del poder para, una vez instalado, instaurar desde él el reino de Dios. Como ejemplo de esta tentación podríamos citar el episodio que cuenta el mismo evangelio de Marcos (8,31-33), cuando Jesús llamó «Satanás» a Pedro por protestar porque el camino de' Jesús conducía a lo que él consideraba un fracaso, la muerte, e intentar desviarlo en dirección a la conquista del poder para, desde él, hacer triunfar el reino de Dios (véase el comentario número 49, correspondiente al domingo vigésimo cuarto del tiempo ordinario).



FIERAS Y ANGELES

Estuvo en el desierto cuarenta días, tentado por Satanás; estaba entre las fieras y los ángeles le prestaban servicio.

Pedro reaccionó así cuando Jesús anunció que el Mesías tenía que ser «rechazado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar a los tres días». Este conflicto es lo que Marcos anuncia cuando dice que Jesús pasó cuarenta días rodeado de fieras: que Jesús sufrirá durante toda su actividad la amenaza de personas que intentarán acabar con su vida. Así sucedió desde el principio (véase Mc 3,6) hasta que, al final, lo mataron.

Cierto que en esa lucha por mantener con firmeza el com­promiso de amor hasta la muerte que asumió en su bautismo, Jesús no se va a encontrar solo: habrá hombres y mujeres que, actuando de acuerdo con lo que Dios quiere (ésos son los ángeles, mensajeros de Dios; Juan Bautista acaba de ser llamado ángel/mensajero de Dios; véase Mc 1,2) le ayudarán («le prestaban servicio») a llevar a buen término su camino.

Nuestra vida, como cristianos, debe ser también proceso de liberación personal y un compromiso con la liberación de todos los hombres y los pueblos oprimidos y explotados. Cierto, esa tarea no es fácil. Y encontraremos muchos obs­táculos: nos intentarán sobornar ofreciéndonos el éxito, el poder o la riqueza para nosotros solos (incluso nos pueden llegar a decir que si logramos ocupar un puesto importante podremos influir más eficazmente en la sociedad), o nos ame­nazarán diciéndonos que nuestra actitud es ilegal o subversiva y que nos estamos arriesgando a ser juzgados y condenados por ello... No será fácil, por supuesto, pero podremos llegar al final como Jesús si, como él, nos abrimos a la acción del Espíritu y si actuamos unidos -ángeles unos para con los otros- con todos los que intentan organizar este mundo de acuerdo con lo que Dios quiere. Será duro, pero tampoco a él le resultó fácil. Y, al final, valdrá la pena.

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