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martes, 23 de diciembre de 2008

La Navidad debe ser también nuestro nacimiento

Mensaje de monseñor Jorge Lugones S.J,
obispo de Lomas de Zamora para la Navidad del 2008


“Todos los ángeles del cielo se han extinguido poco a poco en el espacio.
Y sólo quedan las estrellas, que son las huellas luminosas de sus pasos.
La noche vuelve a su silencio, pero los hombres ya no están desamparados.
Porque en Belén hay un pesebre, y en él un Niño que ha venido a rescatarnos.
Y junto al Niño una Doncella: trono del Rey, fuente del Sol, raíz del Árbol.
Nido feliz de la Paloma, cauce de Dios, carne del Verbo soberano.
En un rincón de la caverna soy el testigo más inmóvil y callado.
Al contemplar lo que contemplo siento vergüenza de mi boca y de mis manos.
Entran sin verme los pastores, con sus ofrendas de corderos y de pájaros.
Pero Jesús vuelve los ojos y hacia el lugar en donde estoy tiende los brazos”

(Francisco Luis Bernárdez)



Querida Comunidad Diocesana:

“En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios… Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros” (Jn.1, 1.14).

Jesucristo está junto al Padre, es quien nos ha mostrado a Dios tal cual es, como “gracia y verdad”. Verdad quiere decir: “Dios es así”; y gracia quiere decir: “Dios es amor puro y gratuito”. Ha querido venir hoy al mundo, al mundo que él ha creado y que le pertenece.

Hay muchos hombres que no lo conocen y no lo aceptan, pero a nosotros, que creemos y lo amamos, se nos ha dado la gracia de poder recibirlo en nosotros y darlo, compartiendo su Palabra: La noche vuelve a su silencio, pero los hombres ya no están desamparados.

Dios Niño se hace cercano y se deja encontrar; para que por El, con El, y en El, nosotros “lleguemos a ser hijos de Dios”, como dice la Escritura.

Navidad no es sólo su nacimiento, debe ser también nuestro nacimiento. Porque en Belén hay un pesebre, y en él un Niño que ha venido a rescatarnos. Nosotros queremos acercar nuestro corazón al pesebre, y como él, a la solidaridad que nunca nos defrauda. Lo buscamos nosotros pero el nos encuentra, y se hace encontradizo. Es la ternura que nos llena de alegría, y es la Palabra que nos colma, nos consuela y nos trae la Paz.

Son las notas que quisiéramos rescatar en esta Navidad desde la presencia de Jesús nacido entre nosotros, Palabra de Dios encarnada: el encuentro, la cercanía, la solidaridad, y la alegría de su presencia.

Podríamos hacer uso de la buena memoria y recordar: ¿Cómo vivimos en este año el “encuentro” hacia los prójimos y para con Dios?. ¿Nos hemos evadido, no nos abrimos al prójimo, para hacer realidad la “Cultura del encuentro”? Porque encuentro implica darse al otro, respetando “su tiempo”, sin prejuicios. Encuentro, no es amucharse o convocar por nota, o un simple consenso.

Encuentro es no excluir a nadie, salir de nuestro propio interés y egoísmo, y con creatividad hacernos hombres y mujeres “para los demás”; es achicar distancias, para acercarnos bien a los otros, sin doblez.

Cercanía: El Señor nos está mostrando su cercanía, que se hace solidaria en la elección de nacer pobre; y en la convocatoria de los ángeles a gente sencilla, a los pastores, sale al encuentro de todo hombre y de toda mujer de buena voluntad. Y su presencia en carne: la de un “niñito”, nos llena de alegría, porque ha sido esperado desde siempre por el hombre. Así entonces la Palabra eterna de Dios se hace carne para acampar entre nosotros.

¿Cómo no acortar distancias, sosegar rencores, faltas de perdón, indiferencias y lejanías en esta Navidad?. Jesús se hace cercano a todos para que cada uno de nosotros nos acerquemos al pesebre, es decir a la presencia de Cristo en el hermano alejado u ofendido, con sencillez, sin distancias ni resquemores, ni sospechas.

Solidaridad: Jesús es la roca que nos salva, en la fe creemos que este Niño Dios nunca nos defraudará, pero además es nuestro cimiento sólido donde apoyarnos, donde construir. La Solidaridad nos propone salir de nuestro propio yo para darme, para ser constante en el amor. No es verdaderamente solidario el que da una cosa o limosna en un momento de catástrofe, sino el que es constante en el amor al prójimo; y sabe darse a sí mismo. La coplita popular nos puede inspirar:

“Si uno es sincero y es pobre,

nunca va a dar lo que sobre,

cuando se ofrece el Amor”

El nacimiento de Jesús es el acontecimiento de la historia, que nos toca a cada uno de nosotros, y que toca nuestros problemas de modo que podamos verlos con un corazón nuevo. Jesús “acampa entre nosotros” para recomponer el tejido humano destrozado, para hacer de nuevo un tejido verdaderamente humano. Jesús está entre nosotros para hacernos vivir con humanidad y dignidad estas cosas, para abrirnos el corazón y la inteligencia: “para toda palabra y obra buena”.

Alegría: de “Dios con nosotros” y en medio de nosotros en la sonrisa tierna del Niño Dios que nos abre la puerta de su corazón, porque El es la puerta de la salvación.

Queremos cantar con el salmista: “volvamos los ojos hacia el Señor y nuestro rostro se llenará de alegría”. Pero nos preguntamos: ¿Cómo alegrarnos en medio de tanta violencia y sufrimiento, de tantos postergados y olvidados? ¿de tanta soledad y desamparo? . Los primeros cristianos esperaban la Navidad con gran alegría en medio de malos vientos. Se acercaban al Niño y lo adoraban con sencillez de corazón; “hablaban con Dios, con el Dios de la alegría y servían a Dios con alegría”.

En una palabra se necesita un nacimiento. Del modo que le tocó a la Familia de Nazaret: sin casa, sin trabajo, sin dinero, sin amigos, sin saberlo todo; pero con la gran esperanza de ser familia, de reconocerse ricos en la pobreza, con una confianza en Dios que superaba el despojo material, porque “Dios-con-nosotros”, les traía una gran alegría. Es una alegría familiar: Nuestro deseo de renacer y de que El siga naciendo en nuestro corazón.

María dando de mamar al Niño es la figura de la ternura, ella que recibió la Palabra primero en su corazón y creyó, luego, pudo acunar la Palabra encarnada, y darla a los demás.

San José en el trajín de ser creativo ante la pobreza, las contradicciones, la sorpresa de Dios, los acontecimientos que se precipitan… se convierte en el hombre que le pone el hombro a Dios.

Que la ternura de la Madre Virgen, el silencio creativo de José y la dulzura del Niño Jesús que nos mira y nos tiende sus bracitos, nos ayuden a encarnarnos como él en la vida de los más pequeños del Reino para ser:

Cercanía – Solidaridad - Encuentro y Alegría de “Dios con nosotros”.

¡Muy Feliz Navidad para todos!

Mons. Jorge Lugones S.J., obispo de Lomas de Zamora

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